Texto de Josela Maturana sobre la exposición de Marisa Bascuñana en Espacio·Uno.
El mar en el que se baña Marisa Bascuñana, el que definido por la claridad de los recuerdos y las míticas tempestades de los días soñados permanece en nosotros, es y no es el mismo mar que aquí vemos pintado. En esta exposición el mar se muestra desde el prodigio de lo imaginado, como si lo vivido en ese mar de la realidad cambiante fuese perspectiva y paisaje enfrentado, sin violencia ni contradicción, a un mar insospechado, rebelde y maravilloso, nacido de la creación, de una dulce osadía, de una propuesta que logra una visión nueva e irrepetible: un mar hallado al encuentro de nuestra fascinada mirada. Si no muriera la fábula, la literaria conmoción de las islas buscadas más allá de toda duda y certeza, diríamos que aquí hay un espacio para la resurrección, una Itaca ensimismada en el fragor de nuestro largo viaje hacia las costas del color y las orillas de las formas, todas sorprendentes, cada una de ellas surgidas de una interpretación portentosa, un inédito mar que nos confirma que todavía es posible el viaje hacia la belleza, la inagotable emoción de buscar lo que jamás creímos podía existir. Amparados en este universo, la pintura de Marisa Bascuñana es una invitación para todo naufragio, para cada pérdida y cada vacío, como volver al último verano donde fuimos felices. Así, la evocación de lo radiante exige una existencia renovada por el arte, un luminoso baño que nos desvuelve el resplandor de la arena en nuestras huellas.
Los elementos marinos son partes de un todo que parecen jugar a ensamblarse, se alían y abrazan en el collage de todos los sueños y todas las promesas de un océano sin mancha. Hay un unitario latido, teñido por la alegría de un amor, solo reconocido por la unión de un mismo deseo. Peces y pulpos esponjan la fisionomía alterada y plena de belleza de las marinas mujeres. En ellas, la pintura ha hecho verdad una hermosa condición de humanidad nunca vista. Redes que son velados tocados de transparencia, cuellos escamados y sombreros derretidos en los tentáculos de la insinuación, se mezclan en estos rostros palpitantes de ilesa alegría; la luz imprime una elegante y precisa técnica que invade, con su quieto fulgor, las asociaciones de estos seres invadidos por la irisación serena de la plata y el temblor de lo detenido para siempre. No un mar pintado, sino la pintura de un mar que acontece en la ficción de lo posible. El gyotaku que, en su origen , fue medida de captura para los pescadores japoneses, se entregó y entrega ahora hermosamente al arte de conservar lo que la muerte esconde. Marisa Bascuñana pinta un sueño. En él nos desvela a medias el secreto inmarcesible de la creación. Vivir lo que no estaba, lo que no veíamos, lo que la pintura puede hacer brotar como mensajera y artífice de la mirada que anhela a ser infinita. Solo a medias, la otra mitad hay que buscarla en este caudaloso y fecundo mar pintado. El misterio es grande, el viaje promete islas que van naciendo a pesar de nosotros. Si es que en la noche se hundiera la mirada, aquí hay un mar para encontrarla.
JOSELA MATURANA.
Video entrevista realizada por periodista gaditano Santiago Pérez Malvido a la artista Marisa Bascuñana en You Tube. Página web:
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