EXPOSICIÓN DE CANDI GARBARINO EN ESPACIO·UNO.
Textos de JOSELA MATURANA y ADELAIDA BORDÉS.
“Nosotros somos las abejas...estamos entre la vegetación y los panales, volando para llegar a la ciudad que nos acoja"
Candi Garbarino.
Ay, ciudad de mis sueños,
por el aire labrado del deseo
roja va la miel a penetrarte
y el derrame del viento a tus sonidos.
Deshago tus terrazas y tus puertas,
y en el umbral del pórtico vencido
espero al aguijón como a una torre
donde el mar se refleje para siempre.
Uncida la labor de lo invisible
la pintura te invade y te deslumbra.
La arquitectura enciende a las abejas
y serena el temblor de nuestros pasos.
Ay ciudad de traslúcidos paneles
para volar manchados por las gotas
hasta la habitación de la dulzura.
Polen de amor para la sed que espera
vernos llegar trayendo entre las manos
el ámbar del silencio y la forma del grito.
Licuada la ciudad por el color eterno
ocupamos la luz de su destello,
y la miel va a los ojos
y la mirada al mundo.
JOSELA MATURANA
CANDI GARBARINO en ESPACIO·UNO
El Arte nos habla desde el silencio, el que aleja los comentarios ensordeciéndolos al visitar una galería, un museo o en la vía pública. Es su manera de invitar a detenernos para oírlo. Los artistas y los críticos hablan de un don particular, de un saber captar espontáneamente el contenido a través de la forma, sentir cómo nos cuenta su propia historia. Como en el soneto o el microrrelato, las estrofas y los párrafos permanecen unidos por la sensibilidad. No es fácil distinguir esta llamada, sin embargo esa voz inaudible nos reclama por encima de todo, regalándonos ese silencio que como un puente nos lleva y une a la obra.
Mirar un lienzo es comenzar una aventura, salir a lomos de una idea por una ventana como las que pintó Hopper en sus habitaciones, reproduciendo el instante en que los ojos de sus moradores se liberan hacia lo desconocido, sugiriendo la distancia salvable para perderse unos instantes. Es una metáfora del aislamiento, la independencia, la decisión o la valentía para mirar dentro de uno mismo a través de ellas para dejarse iluminar. El artista necesita ese momento, vivir en esa naturaleza misteriosa y única para ir dando forma a la idea que le ronda hace tiempo. Cuando vuelve, trae una sonrisa de vainilla, picante y dulce, como un secreto, un placer que disfrutará mientras va creando, mientras va dando forma a la emoción.
Ante las obras de la pintora Candi Garbarino el espectador percibe su imaginario quizás sin saberlo. Si en la anterior exposición, Apis mellifera (L), logró hacernos sentir como las abejas en el interior de una flor, en la presente nos hace volar como ellas. La artista ha encontrado el medio, el lenguaje propio y original que convierte la mano en la herramienta de creación artística para plasmar su visión particular, plena de contenido y movimiento en convivencia con el color y la vivacidad, definidas por las pinceladas resultantes al observar y reflexionar en la incidencia de la luz sobre las formas. Es como participar de la danza libre y espontánea del color, cuyo movimiento minuciosamente trabajado lo hace único y original.
Se dice que las abejas rozaban las flores con sus labios sin marchitarlas, fecundándolas, haciéndolas germinar, dando vida. También rozaban los labios de los poetas para potenciar la inteligencia, la elocuencia y la propia poesía.
Esta leyenda es extrapolable a los cultivadores del Arte, porque sólo el artista es capaz de captar lo que el ser humano no alcanza para cantarlo en versos, escribirlo en renglones, cincelarlo en piedra o estamparlo en un lienzo. Y es la naturaleza el medio inspirador, la fuente donde bebe y se nutre la imaginación del artífice para enamorar al espectador e intentar aislarlo de lo cotidiano. Estos minutos intensos y dulces se los regala al final del día, cuando el arrebol da un tono vivo al cielo encarnándolo hasta volverlo violeta, haciéndolo refulgir al apagar la luz, como el crujido de un beso corto, sincero, alegre, apasionado.
La obra de Candi Garbarino transmite su particular visión de las abejas dejándonos adivinar el vuelo sereno y quieto en el aire, el zumbido apacible y temeroso, el habitáculo como centro de culto, imaginándolas como se las define: un ejemplo de perfección social.
Mientras dure este encuentro, seremos como ellas rozando esta naturaleza, esta atmósfera creada por la artista donde ha logrado plasmar el movimiento incansable del aire, cuyo prodigio es prescindir de las paredes, estar en un espacio abierto como lo están las abejas, trasladándonos muy despacio de un lienzo a otro, de una obra a otra sobre las alas de la mirada, descansándola hasta extraviarla en el anhelo dulce de la miel escondida en el panal, atraída por el olor seco y cálido de este verano principiante en calor y normalidad cautelosa que durante unos días se quedará en ESPACIO UNO
ADELAIDA BORDÉS
La exposición podrá verse en Espacio·Uno, c/ San Diego de Alcalá 1 de San Fernando, en los meses de julio y agosto de 2021.
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