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Ondulaciones para lo infinito.

Foto del escritor: Espacio·UnoEspacio·Uno

                  

Texto de Josela Maturana para la exposición de Mª Antonia Colón en Espacio·Uno (128)

  Qué hay en las ondulaciones que no sea camino. Acaso una búsqueda consciente, plagada de emoción, que busca lo infinito sabiendo que la realidad es finita. Qué hay en las ondas que orbitan sobre sí mismas y alrededor de otras que no se embargue en la imprevista dirección de lo imaginado. Antonia Colón parece no definirse figurativamente en la plasmación de las pinturas de esta exposición, si bien su andadura plástica ha sabido previamente involucrarse en la expresión de una línea mucho más precisa, mas siempre evanescente y envuelta en la flotación de formas que sugieren, dándonos al mismo tiempo la imagen revelada de algo que reconocemos: un cuerpo, una flor, una azotea, una torre golpeada por el viento. Sin embargo, el alma de la pintura requiere ahora la exigencia de una inmediatez que parece provenir de un dolor largamente macerado, y luego, por un instante, de una resurrección a modo de destello, al que el pincel se aferra ejecutando una fijación que, reflejada, se convierte en esperanza.



En estas ondulaciones para lo infinito la marea acrílica de los sentimientos ha podido llegar a la orilla de un lenguaje pictórico que más que hablar nos susurra. En cada pintura el suave cromatismo de la tierra y el mar, del pensamiento y las pasiones confluyen en una de las más altas cualidades de este arte, la sutileza, una sutil visión de lo soñado y lo ausente, de lo verdadero y de lo imaginado, hasta llegar a sumergirnos en una especie de canto dorado. Todo parece de arena que antes fue durísima piedra, mármol y roca de las visiones más oscuras que el alma de Antonia Colón destila después de una filtración enamorada de la luz que triunfa, de la forma que serena en la larga tarea de perseguir lo que se anhela pero aún se desconoce. Todo parece pulido y sin embargo acontece recién nacido, porque las líneas, las superficies, los derrames, los círculos, piden a nuestra mirada un viaje sin definir en su origen y en su destino.



Dónde empieza y dónde acaba la insinuación que late en los ojos que siguen un itinerario que en cualquier momento nos sorprende, nos desvía, nos ofrenda el territorio intacto de un desierto, de una ciudad deformada y amanecida, de un mar bañado de oro, de una duna que contiene todas las preguntas del mundo, las que no tienen respuesta, las que ya son pasto del espacio ilimitado de la invención. Mucho hay en estas ondulaciones de experiencia vivida y pintada, de tradición absorbida, la fugaz pincelada de lo que va a perecer, el montículo donde el perro de Goya escala para buscar el aire y la defensa ante la muerte; mucho hay de reinterpretación cercana a lo cristalino, Bizancio en sus mosaicos o Klimt superponiendo brillantes pedazos de sí mismo, metálicos fragmentos de un mediodía resplandeciente que se aproxima y desemboca en lo rosado, un tejido hilado por la palidez que deja el sol en el cielo justo antes del crepúsculo. Y hay una enunciación de mar no descrito, mas presente en cada escena con su poderosa abstracción, el mar como refugio, puerta sin marco, pozo que no descansa al enjuagar la herida. Lo infinito no es el dolor ni tampoco la alegría, el caos o la calma, de todo ello hay buena prueba en estas pinturas. Lo infinito es la búsqueda y ejecutar lo que tiene de incesante. Por eso, en estas bellísimas ondulaciones, aunque sólo sea al mirarlas, podemos ser eternos.




 

         Josela Maturana. Junio 2024.



Imágenes de la exposición en este enlace


 
 
 

1 Comment


Marisa Martínez
Marisa Martínez
Jun 12, 2024

He tenido el placer de visitar todas las exposiciones montadas en Estudio 1. Todas muy originales y bellas. Ojalá y se mantenga así siempre. Mucho A éxito, Alfonso

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